MÉRITOS O DEMÉRITOS DEL AÑO (y IV): MARATÓN DE EL ESCORIAL. UN ÚNICO HOMBRE DURO.
La Montaña Solidaria o el Maratón de Montaña de El Escorial no es una prueba cualquiera para este club. Solía ser una cita donde se reunían un grupo de especímenes muy concretos y muy particulares. Eran tipos de pelo en pecho, que no conocían el miedo, valientes, con agallas, con arrestos, arrogantes y casi sin escrúpulos; se los conocía como los “hombres duros”. Eran tipos diferentes y especiales, de los que si se meten en una pelea puede que reciban algún golpe, pero nunca un KO, de los que si hay un tiroteo saldrán sin un rasguño, de los que siempre serán los más rápidos en un duelo, de los que nunca se caerán de un caballo, de los que nunca probarán la goma de mascar porque tienen el tabaco, de los que nunca usarán un mechero para encender sus cigarrillos porque con un fósforo y la barba o la suela de sus botas les basta, de los que nunca sabrán que efecto tiene un cubito de hielo en un vaso de whisky, de los que saben que una simple sonrisa provoca efectos “devastadores” en una mujer. Así eran aquellos “hombres duros”. Rebuscando en el archivo escrito del blog, me encontré que hubo incluso una ocasión en la que se reunieron ni más ni menos que nueve “hombres duros”, a saber: Quinn, Douglas, Bronson, Brynner, McQueen, Mitchum, Heston, Coburn y Cooper. La “crème de la crème”, la flor y nata, lo mejor de cada casa, ver para creer. Pero desgraciadamente aquel grupo fue menguando y en las siguientes ocasiones el Maratón de Montaña de El Escorial siguió recibiendo “hombres duros”, pero en menor número; hasta que finalmente en esta edición su presencia fue casi testimonial; solo un tipo estaba en la línea de salida del 19 de octubre, aunque eso sí no uno cualquiera. Ya estuvo en la edición del 2.018 y decidió repetir en el 2.019; él es, Eastwood, de nombre Clint.
Seguramente vosotros también os preguntéis cuales son las causas por las que todos esos “hombres duros” han dejado de aparecer por estas tierras del lejano oeste madrileño. Los motivos pueden ser muy variados, aunque una recomendación os hago; si caéis en la tentación de preguntárselo a alguno de ellos, ateneros a las consecuencias. Hay preguntas que a un “hombre duro” nunca se le pueden hacer. Yo puedo tener alguna idea, pero son meras suposiciones y conjeturas. Puede que algunos ya hayan dejado ese grupo porque simplemente han encontrado “Un mundo perfecto”. Puede que algunos no estén pasando por su mejor momento porque hayan recibido “Golpes del Destino”. Quizás algunos no vengan porque “Cometieron dos errores” y estén pagando por ellos. O que otros no estén pasando una buena racha y anden por ahí como perros rabiosos “Por un puñado de dólares”. También puede ser que, aunque alguno no haya estado presente este año, en realidad sí que continúe “En la línea de fuego”. Aunque también puede ser que alguno se considere “Invictus” en esta prueba y prefiera “hacer mutis por el foro”. Y por supuesto no quiero pensar que alguno ya no se deja ver por aquí porque haya ido a parar al mismísimo “Infierno de cobardes”. Pero, en fin, dejemos a los que no están y centrémonos en el que sí estuvo.
A pesar de ser un “hombre duro”, Eastwood es un tipo con muchas caras. Se podía haber presentado con la de "Harry”, pero quizás este no sea el lugar más adecuado para el revólver Modelo 29 calibre .44 Magnum de Smith & Wesson. También podía haber hecho acto de presencia como “El seductor”, pero ya habrá ocasiones mejores para eso. E incluso como “Bird”, pero el saxofón tampoco es el mejor compañero para salvar los desniveles positivos y negativos. Se planteó ir como “Bronco Billy”, pero los espectáculos circenses no suman puntos para la Liga Villana. También como “El jinete pálido”, pero El Escorial no es lugar para venganzas, solo para revanchas. Con lo que finalmente decidió acudir con la más apropiada y adecuada al lugar y al momento, como “El principiante”.
Estando ahí, en la línea de salida, y justo antes de comenzar su penúltima aventura en busca quizás de “La leyenda de la ciudad sin nombre”, él lo tenía muy claro; no se iba a limitar a darse un paseo por el monte Abantos y alrededores, el objetivo era otro; a lo mejor iba a elegir una “Ruta suicida”, pero el intento valía la pena, tenía que mejorar el tiempo del año anterior y 5h54’04’’ era la marca a superar. Eso iba a implicar que tendría que asumir algunos, o muchos, riesgos y en algunos momentos estar “En la cuerda floja”; pero el que algo quiere algo le cuesta, porque incluso hasta “La muerte tenía un precio”. La idea era correr como si no hubiera un mañana, allá donde fuera capaz y donde no, pues andar todo lo rápido que pudiera; y si hiciera falta un puntito extra, pues ponerse a los mandos del “Firefox” o del mismísimo “El gran Torino”. Tenía grabados en el cerebro los tiempos del 2.018 cada 5 kilómetros, esas cifras eran su referencia. Y pasaban los kilómetros y las sensaciones eran buenas y el reloj también iba dando buenas noticias. Los minutos de mejora iban cayendo, uno tras otro, pero con esfuerzo y sufrimiento. Nunca es fácil “luchar” contra la montaña y contra los elementos asociados a ella y es obvio que es más fácil darse un paseo por “Los puentes de Madison”, que plantearse “La fuga de Alcatraz”; pero el esfuerzo merece la pena y llegados al ecuador de la prueba, al famoso medio maratón, la mejora era de nueve minutos. Inyección de moral y ganas de seguir y conseguirlo. A muerte en las bajadas, dándolo todo en las subidas y parando lo justo en los avituallamientos, pero sin dejar de alimentarse e hidratarse; uno nunca sabe cuándo puede aparecer el “tío del mazo” o lo que es peor, “El sargento de hierro”, y es mejor estar prevenido. Había que aguantar a buen ritmo hasta el kilómetro 35 y en los últimos 7 de bajada echar el resto. Alcanza por fin ese punto y la mejora es de 16 minutos. Un último esfuerzo y ya lo tienes. Baja a muerte, cobrándose víctimas y rebanando cabezas “Sin perdón” y como si fuera un “Cazador blanco, corazón negro”. En los últimos metros de tierra, y ya a punto de pisar el asfalto de los últimos dos mil metros, un tropezón más fuerte de lo normal da con sus huesos en el suelo. Hay unos instantes de suspense, pero él es “Duro de pelar” y no hay dolor; se levanta y continua aún más rápido si cabe hasta conseguir atravesar la meta con un tiempo de 5h29’57’’ y mejorando la marca del 2.018 en más de 24 minutos. Orgulloso y henchido de felicidad recibe su medalla de “finisher” (este año si la había) y se siente importante, casi como un “Space cowboy”. Salió con un pensamiento y con una intención y lo ha logrado con creces. Posiblemente alguno pueda pensar que la marca es normalita y que tampoco es para tanto, y posiblemente sea así, pero para él significa mucho y el logro es grande. Se marcha de El Escorial con un extraño rictus en la cara que se podría asemejar a una sonrisa, así son ellos, y pensando…quién sabe…a lo mejor en la edición del 2.020; pero eso sí, no le gustaría volver a ser el único “hombre duro” en la línea de salida de esta carrera tan especial para los “hombres duros” del C.A. Villanueva de la Torre.
1 comentario:
Como siempre una gran crónica Miguel. A tu altura y la de la carrera.
Lastima no haber podido ir. Ya sabes que yo fui el que cometió tres errores. Tú ya sabes.
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