MÉRITOS O DEMÉRITOS DEL AÑO (y XI): ULTRA TRAIL SECRETOS DEL DUERO. LA MONTAÑA QUE NACE PARA ABAJO.



MÉRITOS O DEMÉRITOS DEL AÑO (y XI): ULTRA TRAIL SECRETOS DEL DUERO. LA MONTAÑA QUE NACE PARA ABAJO.

Quizás casi tendría que comenzar esta crónica rememorando aquel famoso “decíamos ayer” que Fray Luis de León pronunció al retornar a su cátedra en la Universidad de Salamanca tras varios años de ausencia al ser procesado por la Inquisición; aunque bien es cierto que tampoco hay certeza de que realmente la pronunciara. En fin, el caso es que ya hace unos meses que no escribo crónicas, pero una experiencia como la de Secretos del Duero, merecía ser contada y, por tanto, es un momento perfecto para retomar esta buena y sana costumbre.



Mi historia con esta carrera empezó hace ya bastantes meses, cuando un día cualquiera trasteando por la red tropecé con ella y la descubrí. Reconozco que prácticamente fue un amor a primera vista y desde un primer momento tuve claro que para el 2.020, Secretos del Duero y sus 42 kilómetros, eran imprescindibles en mi agenda. Para hacer más intenso el momento, finalmente conseguí que en esta aventura se embarcara también Ángela, tras convencerla para que se inscribiera en la prueba de 17 km. Con lo que el segundo fin de semana de febrero estaba, no solo marcado en rojo en nuestro calendario, sino incluso subrayado y recuadrado con ese mismo color.




Os confieso que visitar Salamanca siempre tiene un componente muy especial. No solo es el continente; tu ciudad, los tuyos, tus orígenes; sino especialmente el contenido. Se produce un aluvión de sensaciones, se remueven recuerdos, se rescatan experiencias, afloran momentos; cosas que creías tener perdidas en lo más profundo y en la infinidad de tu memoria. Pero ahí siguen y con poquito surgen y pueden haber pasado años, incluso muchos años, que te parece que fue ayer mismo cuando la viviste. Y este fin de semana fue muy intenso en todo lo que acabo de intentar explicar. Antes de llegar a Aldeadávila de la Ribera hicimos tres paradas que nos pusieron a tono a nivel emocional. La primera en Salamanca para visitar a mi familia, la segunda en San Felices de los Gallegos para visitar parte de la familia de Ángela y la tercera, muy breve, en La Zarza de Pumareda; apenas unos minutos para hacernos una foto con el pilar y su caño de agua. La verdad que mis visitas al pueblo que vio nacer a mi querida madre son muy escasas últimamente, pero esos pocos segundos fueron suficientes para que en los apenas 7 kilómetros que lo separan de Aldeadávila, un torrente de recuerdos y momentos de mi infancia y de mi temprana adolescencia acudieran a mí y los disfrutara y saboreara una vez más.




Y finalmente Aldeadávila de la Ribera y su ultra trail Secretos del Duero. Pasados ya unos días de la carrera y viéndola con un poco de perspectiva temporal, sigue resultando complicado hablar y explicar este maravilloso trail. En Tres Valles encontré la MAGNETOTERMIA y me quedó claro que la montaña por un lado “es una ACTITUD hacia la VIDA” y por otro “es una forma de vida… una ACTITUD”; que puede parecer lo mismo, pero no lo es. En Secretos del Duero descubrí que es posible conseguir un equilibrio perfecto entre dos estados tan dispares y tan antagónicos como son DISFRUTAR y SUFRIR. Para que se de esa cuadratura del círculo hay un componente que necesariamente tienen que intervenir en esa fórmula con esas dos variables, disfrutar y sufrir, para que obtengas el resultado perfecto; y es que tengas un “PARA QUÉ”. Y en Secretos del Duero y en Aldeadávila de la Ribera llegué a la conclusión de que ese “PARA QUÉ” es disfrutar de y con la NATURALEZA. Creo que en esta carrera probablemente he disfrutado de la naturaleza de la manera más intensa y cercana que lo he hecho hasta ahora. Porque no es que estés en mitad de ella, es que sientes que te envuelve, que se rodea, que te abraza, casi que te sumerge y te encierra.



Hace unos meses en Covaleda, en la previa del Desafío Urbión y junto al nacimiento del rio Duero casualmente, descubrí a Irene de Haro y sus increíbles crónicas y artículos; y dijo una frase que se me quedó grabada porque me identifico con ella perfectamente y más menos dice así: “Yo más que correr lo que hago es desplazarme entre dos puntos, que son la salida y la meta”; porque a ella, igual que a mí, lo de correr se nos da regular. Y a esa frase se le podía añadir esa otra de “búscate una carrera para … andar”. Y Secretos del Duero es eso también para mí. Los que no somos muy duchos y avezados en el noble y antiguo arte de correr por el monte, tenemos el privilegio de que disfrutamos más de las carreras y de su entorno. Yo os aconsejo que, si alguna vez venís a esta carrera, que andéis y que miréis, pero que andéis y que miréis mucho; porque va a merecer la pena, os lo aseguro.
Empiezas a las siete de la mañana, o sea de noche cerrada, bajo la imponente torre de 40 metros de altura de la iglesia de San Salvador. Y te cascas más de una hora corriendo en mitad del monte en busca del rio Duero con el frontal, que son unos minutos absolutamente maravillosos. Yo además tengo la “costumbre” de que en este tipo de carreras me suelo quedar largos tramos completamente solo, y en este comienzo de la prueba y a pesar de ser los primeros kilómetros, me pasó una vez más. Y os aseguro que cuando pasas completamente solo, de noche y únicamente con la luz de tu frontal, al lado de la Playa del Rostro, y giras un poco la cabeza e intuyes una sombra gigante, que es el rio Duero, y al fondo entrevés la pared de roca de varios cientos de metros de altura del imponente cañón que lo encierra; te das cuenta de lo pequeño e insignificante que eres en medio de la grandiosidad de la naturaleza y de la inmensidad de la noche, que todo lo esconde y todo lo confunde. Un escalofrío te recorre el cuerpo de punta a punta y no te queda otra que volver la cabeza, alumbrar la senda y seguir para adelante.



Cuando finalmente se hace de día tienes el inmenso privilegio de encontrarte en medio de la naturaleza. Todo el recorrido es prácticamente por pequeñas y minúsculas sendas que son el legado de pastores, cazadores, agricultores y contrabandistas; rodeado de verde, de vegetación, de árboles y de mucha piedra. Si, acabo de escribir “contrabandistas”, quizás alguno penséis que se me ha ido la mano al escribir o que quizás sea un error del copia-pega; pero no, escribí contrabandistas porque eso es lo que quería escribir. En plena posguerra, por este paraje agreste de Las Arribes del Duero, complicado de controlar para la Guardia Civil, los carabineros y los guardinhas portugueses, comenzó entonces el juego del perro y el gato, de “guardias y ladrones” de perseguidores y perseguidos; que era el contrabando o el estraperlo. Por aquí entraban todo tipo de productos de primera necesidad como el pan, habas, garbanzos, harina, aceite; y otros no tanto como café, bacalao, tabaco… A la luz de la luna, los contrabandistas procedentes de Portugal vadeaban el río Duero mediante el “sistema de la guindalera“; una tirolina de maroma gruesa que se ataba entre peñascos por encima del cauce del río y de la que se colgaban la persona o mercancía que hacían el paso y que eran atraídas hasta la orilla contraria mediante cuerdas, cargando su preciada mercancía. Después trepaban las escarpadas laderas del lado español para vender o entregar su valioso tesoro. Y aunque hoy aquella actividad aparezca revestida por un velo de romanticismo, lo cierto es que asomarse a los paisajes por los que discurría pone los pelos de punta. Sobre todo, porque la clandestinidad de unos y el empeño por impedirlo de otros, obligaba al juego nocturno. A colgarse de cuerdas en noches sin luna o salvar la corriente de un Duero embravecido. Recordemos que son años en los que aún no existían los embalses que después amansaron la corriente de un rio que miedo da pensar como rugiría entre aquellas paredes colosales de roca.




Cuenta la gente de Alpinultras que cuando se plantearon incluir esta carrera en su calendario, una de las cosas que más les llamó la atención era eso que les contaban de que “aquí las montañas nacen para abajo”. Ahí lo dejaron, pero cuando ya de viaje se acercaban a Aldeadávila algo les mosqueaba, y era que por más que miraban y escudriñaban el horizonte en dirección a Las Arribes, no veían ni una sola montaña. “– Oye chicos, que estamos a 30 km y no vemos ninguna montaña. – Tranquilos, tranquilos; ya os dijimos que aquí las montañas nacen para abajo”. Y cuánta razón tienen. Esta carrera discurre en un lugar donde la Madre Naturaleza se dio un capricho y creo un rincón de ensueño. Y los principales protagonistas son los ríos y sus arribes. Especialmente el Duero; pero también el Águeda, el Esla, el Huebra, el Tormes y el Uces. Los o las arribes, dependiendo de la zona, son un peculiar accidente geográfico. Son una geografía de valle que presenta una zona de depresión o de altitud más baja y otra de penillanura o de altitud más elevada. ​ En algunos puntos, sobre todo en la zona de la presa de Aldeadávila, existen desniveles de hasta 400 m de altitud entre las dos zonas. Los ríos discurren por la parte más baja mientras que las poblaciones suelen estar sobre la penillanura. Y esta carrera juega con el rio Duero y su arribe y todo su afán es ir a encontrarlo continuamente y por lo tanto no te queda más remedio que bajar la montaña para dar con él. Hablamos de 2.850 metros + de desnivel, con lo que imaginareis que bajamos y subimos en varias ocasiones. Pero cada descenso y cada ascenso es impresionante; siempre por pequeñas sendas, todo verde a tu alrededor, cantidad ingente de árboles y de matorral, cantidad enorme de piedras, la gran mayoría cubiertas de musgo verde, cascadas de agua, manantiales fluyendo por doquier, corriendo al borde de auténticos abismos, lugares casi impracticables que solo puedes salvar con la ayuda de maromas y cadenas, subidas verticales en las que necesitas la ayuda de los árboles, de las piedras o directamente gatear para poder continuar, descensos verticales en los que nuevamente necesitaras la colaboración del entorno para seguir adelante, los Chozos (construcciones de piedra de planta circular que en tiempos usaban ganaderos y agricultores) que salpican todo el recorrido, los miradores de Rupurupay, de Rupitín y el del Fraile donde inevitablemente tienes que detenerte y disfrutar del maravilloso espectáculo, el mirador del Picón de Felipe donde por un momento te parece distinguir al pastor Felipe de la leyenda picando en el muro de roca con el propósito de derribarlo sobre el Duero y así tener un puente para cruzarlo e ir a encontrarse con su amada portuguesa, la presa de Aldeadávila y los 120 metros de altura de su pared, …, en fin, que no se puede contar, que hay que verlo, sufrirlo y sobre todo disfrutarlo. Una carrera que sin lugar a dudas enamora. Ángela y yo lo tenemos claro, el año que viene repetimos.






Y además la carrera se nos dio bien a los dos. Los dos recorridos son muy duros y apenas te dan un respiro ni descanso, pero terminamos con grandísimas sensaciones y con la impresión de que según pasan los días la seguimos saboreando más y más. Fin de semana completo y casi perfecto.



No quiero terminar esta crónica sin hablar de la gente que hace posible Secretos del Duero. La carrera es impresionante por el recorrido, por el entorno y por la localización de la misma; pero es aún más impresionante por la organización, por la señalización (increíble la nocturna), por los avituallamientos, por los voluntarios, por los ánimos que recibes de todos ellos, por el cariño que le ponen, por las ganas con las que lo hacen, por la llegada a meta y por un pueblo volcado en crear algo que tiene pinta en convertirse en una carrera imprescindible y de referencia. Enhorabuena a todos los que forman parte de la Ultra Trail Secretos del Duero.






PD. Me gustaría haber escrito mi propia crónica por lo mucho que disfruté de esta carrera y las sensaciones tan buenas que tuve, pero es que ya lo ha contado Miguel todo, y además tan bien contado que lo único que me queda por añadir es el agradecimiento a Claudia, Leticia y Davinia por acogerme en su desayuno y animarme durante toda la carrera, y a Tomás por correr conmigo parte de ella y “presentarme” a Canalizo y resto de parajes por los que íbamos pasando.  Fue un placer conoceros y compartir esta experiencia con vosotros. Ángela.




1 comentario:

PRONADOR ERRANTE dijo...

Que se puede decir que no suene a vacio ante tanta belleza como describes Miguel, chapeau por todo, por la crónica, por contarlo así, por tener el valor de hacerlo, por todo. Y por supuesto por la carrera. El que no se haya enfrentado nunca a un tipo de carrera así jamás podrá saber lo que es.
Ojala sigas con esta locura lo que queda de temporada y al final se te reconozca, que créeme que no es fácil, al contario. Para mi desde luego eres muy grande. Y por supuesto también Ángela, que no quede en el olvido.

ENHORABUENA AMIG@S!!

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