LA IX CARRERA DE LAS CABEZAS CORTADAS

      LA LEYENDA DEL SANTO REBANADOR



Fulanito Mengana había corrido todas las carreras del Circuito. Consiguiendo un record sin igual, quedar en todas el último. El cuerpo no le daba para mas, eso él lo tenia claro. Corriese quien corriese, llegaba al menos diez minutos después del penúltimo.
Entraba casi siempre fuera de control y, aunque los organizadores, por pura compasión,  le obsequiaban con la bolsa del corredor, nunca figuraba en una lista como entrado en meta.

Cuando regresaba a su poblado después de cada carrera, los miembros de su tribu le preguntaban: ¿que había ganado?, ¿cuantas cabezas traía en su zurrón?. Cuando les contaba que había quedado el último, se burlaban de él. No entendían ese empeño de ir a cada carrera y acabar al final, justo delante del coche escoba.
Aquella era una tribu que, en tiempos antiguos, fue la cuna de grandes y afamados corredores, que semana sí y semana también regresaban a la aldea con copas, medallas y cabezas en la saca.
Ahora solo tenían a Fulanito Mengana como representante en el CIRCUITO, por lo que para los más viejos del lugar, él era poco menos que un loco o un paria.
Aun así, Fulanito Mengana siempre alardeaba de que se estaba reservando para la carrera final. En la que les aseguraba que no quedaría el último y traería para ellos una enorme y valorada cabeza. Nadie le creía, por supuesto.

Llegado el día, despertó a voces al pueblo entero, y les anuncio que la gran cita había llegado.
Le vieron alejarse, calzado con sus viejas mizuno, la camiseta de la tribu, una mano alzada al cielo, y una saca vacía en la otra.

LOCO, pensaron.

Cinco horas después regreso, se le veía a lo lejos, traía una sonrisa en la cara.

Un murmullo fue alertando a todo el pueblo, y poco a poco la tribu entera salio para verle llegar.

La misma estampa de siempre llegaba por el camino, vestido con la camiseta conmemorativa de la prueba, bebiendo un bote con líquido isotónico…..pero…. asombrados todos se fijaron en la saca que arrastraba con su mano derecha.
Al llegar ante ellos en el mismo centro de la plaza, alzo el zurrón y grito “YA TENGO MI CABEZA”.  Los miembros de la tribu, estupefactos ante la gesta se quedaron mudos, hasta que alguien grito un !hurra!, otro un "Viva Mengana! y todos  rompieron en aplausos y vítores.

Aquella noche toda la tribu comió sandia.

Desde entonces Fulanito Mengana fue tratado por todos como un “EXPERTO REBANADOR DE CABEZAS”.

Y cada penúltimo domingo de junio, llenaba su vieja saca con una CABEZITA.

Algunas veces es preciso ser el último, para ser primero alguna vez.


“LA CARRERA DE LAS CABEZAS CORTADAS”

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