ULTRAFONDISTA, es una palabra, que así de primeras impresiona. Seguramente todo
ultrafondista antes de serlo, ya era fondista; pero ahora además le añades el prefijo
ULTRA ('más allá de', 'al otro lado de', 'en grado extremo'), y la palabra resultante
adquiere un aspecto bastante imponente.
Buscando la definición de ULTRAFONDISTA, rápidamente encuentras una muy
sencilla y básica, pero muy esclarecedora:
“Es un tipo de atleta especialista en correr muy largas distancias (por lo
general superiores a una maratón). Atleta que corre durante mucho tiempo”
Pero buscando con un poco más de cariño en la red, di con el Blog de “La
Princesa del Desierto” y ahí sí que encontré una buena definición:
·
“Ultrafondista
es aquel que decide retarse un día y dar un paso más, nace de sueños, de
ilusiones propias o creadas por su entorno, un amante de la soledad.
·
Ultrafondista
es aquel que no sufre cuando corre, tiene un corazón guerrero y una mente fría.
·
Ultrafondista
es un buscador de momentos que le reconfortan, huele el mundo y lo memoriza.
·
Ultrafondista
es aquel que escucha su interior, comprende que donde estén sus pensamientos,
estarán sus pasos.”
Hay una cosa que es básica en el Ultrafondo, de esas que podríamos decir
que son de 1º de Ultrafondo. El aspecto físico es super importante, pero el
psicológico es, como mínimo, igual de importante. Una carrera de Ultrafondo,
para la mayoría de los mortales, nos va a suponer un número de horas elevado
finalizarla, y durante todos esos km y horas vas a pasar por multitud de
estados de ánimo. Buenos, malos y regulares. Los buenos los afrontas sin
problema; los regulares ya con dificultad; y los malos con mucha dificultad. Y
es ahí donde el aspecto mental entra en acción y es casi más significativo que
el físico. La distancia, ya marca de inicio un nivel de dificultad grande, pero
dicha dificultad se puede ver incrementada por la complejidad del recorrido,
por la altitud, o por las condiciones climáticas; pero lo que está claro es que
una carrera de Ultrafondo, sean cuales sean sus características particulares, van
a poner a prueba el límite de cada uno. La ultra distancia es un poco de
dignidad y un mucho de humildad.
Desde mi perspectiva, el ultrafondista no nace, el ultrafondista se hace. Y
entre otras cosas, se hace conociendo poco a poco cuáles son y dónde están sus
límites. Obviamente no todo el mundo quiere ser ultrafondista. No es algo
obligatorio cuando empiezas a correr, tener que hacer carreras de Ultrafondo; y
de hecho la gran mayoría de los runners ni se lo plantean. Yo por mi
experiencia personal creo que el Ultrafondo está directamente relacionado con
ser una persona con inquietudes y con curiosidad. Hay mucha gente que solo se
plantea, o solo le atrae, o solo le motivan, los diez miles o las medias.
Perfectamente respetable, por supuesto. Yo, en mi caso, cuando me marcaba un
objetivo y lo conseguía, enseguida pensaba, ¿y qué habrá más allá?
Yo empecé a correr en el 2015, y por supuesto que podríamos recurrir a esa
frase topicazo de: “¡si me lo llegan a decir a mí cuando empecé a correr!”.
Pues efectivamente, nunca lo hubiera imaginado. Pero sí que tengo que reconocer
que siempre sentía una curiosidad tremenda por saber que había y que se
escondía detrás de esa distancia que había conseguido por primera vez. Mis
primeras carreras fueron de 6-7 km. ¿Seré capaz de hacer 10km? Y cuando los
hice, ¿seré capaz algún día de hacer una media maratón? Y lo hice en 2017. Aún
recuerdo como si fuera ayer mismo, los nervios y la emoción de mi primera
media, además en mi cuidad, en Salamanca. Completé alguna media más y enseguida
comencé a darle vueltas a algo ¿Y un maratón, seré capaz de conocer la frontera
de los míticos 42km? Y lo hice en 2018. Conquisté esa frontera por primera vez
en Gredos, en Los Galayos. ¡Qué momentazo! ¡Joder, si hasta escribí crónica del
pre y del post! Hice varias maratones más y enseguida tuve claro que seguro que
había vida más allá de los 42km. Que había otros confines por descubrir y que
los quería conocer. En 2019, y en los bosques de Navarra llegué a los 68km después
de 12 horas de una experiencia maravillosa y muy gratificante. Y después de la
Nafarroa, sí que reconozco, que los 100km empezaron a llamar mi atención. Y me
lo plantee para junio del 2020. El Gran Trail de Peñalara, que por aquel
entonces era todavía de 116km, fue la siguiente barrera que quise conocer y
alcanzar. Pero llegó la pandemia y lo cambió todo. Después, y quizás por la
inercia de esos tiempos de pandemia tan extraños, una serie de dolencias físicas
con periodos de poca actividad, prácticamente hicieron que esas inquietudes de
conocer nuevos límites se apagaran.
Pero de pronto, en junio del 2022, una inesperada conversación todo lo
cambia. Alguien me comenta que se ha inscrito en la Madrid-Segovia. Que le
apetecían retos nuevos. Básicamente le vine a decir que no estaba en mis
objetivos, sobre todo tan a corto plazo, porque estábamos a escasos tres meses
vista de la carrera, pero que le iba a dar una vuelta.
Y vaya que si le di una la vuelta. En realidad, ya no paré de pensar en
ella y ya no me la podía quitar de la cabeza. Le eche un vistazo al recorrido y
el hecho de seguir la ruta del Camino de Santiago desde Madrid, fue un
aliciente más. Y me puse manos a la obra. Creo que nunca he disfrutado tanto el
entrenamiento y la preparación para una carrera, como en esta ocasión. No es la
primera vez que me toca preparar una carrera en verano, y tengo que reconocer
que me gusta. Para mí, una de las mejores cosas de plantearte un reto u un
objetivo, es la preparación. La ilusión, las ganas, el deseo, el esfuerzo, el empeño.
El ir descontando los meses, las semanas, los días; y sentir como el gran
momento se acerca irremediablemente. Y cuando ya lo tienes ahí mismo, los
nervios, la emoción, la intranquilidad, el cosquilleo y esa sonrisilla que se
te dibuja en la cara y que no la puedes quitar de ninguna de las maneras. Toda
esa mezcla de sensaciones y de emociones que experimentas durante la
preparación de tu reto, son muy gratificantes.
Y de repente, ese momento que veías antes tan lejano, finalmente llega. El
día D y la hora H. En mi caso eran el sábado 17 de septiembre, a las 6 de la
mañana en la Calle Agustín de Foxá, junto a Plaza Castilla y a la “sombra” de
una de las torres KIO, que nunca dejarán de impresionarte con esos 15° de inclinación y esa sensación
de “falso” equilibrio. Si la vieran y la conocieran los famosos galos de la
irreductible aldea gala de Asterix y Obelix, aparte del cielo, seguro que ya
tenían miedo a otra cosa más que se les pudiera caer sobre sus cabezas, a las
Torres KIO. Ya no hay remedio, ya no hay marcha atrás, estás ahí porqué tú lo has
querido, porqué tú lo has decidido y porqué te has preparado para afrontarlo de
la mejor forma posible. Por delante 102 km y un buen porrón de horas.
Aprovechas los minutos previos a la salida para saludar a compañeros, en
este caso al eterno Edu (¡¡a por su 12 Madrid-Segovia, WTF!!) y a sus
sempiternos socios de andanzas y de equipo en esta carrera, Peñu y Julián; y
para intentar concentrarte y recordar y tener muy presentes tus planes de
carrera. Y no hay tiempo para más, se da la salida. ¡A correr!, y sálvese quien
pueda.
“Born to run”, nos decía “El
Jefe”, Bruce Springsteen, en su mítica canción de mediados de los 70. Aunque
nosotros no lo haremos ni en moto, ni por autopista. Y empiezas a correr y a
sumar km. Es toda una experiencia recorrer las calles de Madrid a esas horas, de
noche, apenas con la luz de las farolas y de los frontales que algun@s ya
llevan encendidos, sin nadie por la calle y solo con el ruido de nuestras pisadas
y el murmullo de las conversaciones de los corredores. Son 6 km, hasta que
finalmente después de cruzar la M-40 por un paso subterráneo, sales finalmente
al campo. Enciendes el frontal y a seguir. Esto solo acaba de comenzar.
“Corre, corre, corre, que te van a echar el guante”, nos advertían Leño y Rosendo Mercado en 1982. 17
km hasta el primer avituallamiento a la altura de Tres Cantos, pero sin llegar
a cruzar la carretera de Colmenar, y 27 km hasta el segundo en Colmenar Viejo,
donde tengo la primera bolsa. Unos minutos de relax, que aprovechas para comer
y beber un poco, para cambiarte de camiseta, para calarte la gorra y para
aflojarte un poco los cordones de las zapas, que parece que iban un poco
apretados. Y en eso andaba liado, cuando de repente y por sorpresa, aparece Ángela
en el avituallamiento. No la esperaba hasta Manzanares. Subidón. Ya me
acompañará y me irá dando ánimos en todos los avituallamientos hasta Cercedilla,
que no serán pocos; los ánimos y los avituallamientos.
“Él corría, nunca le enseñaron a andar” nos confesaban Vetusta Morla en su canción “Copenhague”. Y seguimos
sumando. 34 km tras el bonito tramo hasta el Puente Medieval sobre el
Manzanares, y 42 hasta Manzanares el Real. Primer maratón del día completado,
cuarto avituallamiento y un poco de preocupación, porque ya llevo un rato con
una incómoda molestia en la corva de la rodilla izquierda. Piensas que será una
de esas molestias que a veces se van igual que han llegado, sin avisar. Pero
esta vez no es así, ya no me abandonaría hasta Segovia. Y, además, como que me
fue cogiendo cariño a lo largo del día, porque su presencia fue siendo más
intensa cada vez.
“Más y más”, pedían los de
“La Unión” en una de sus canciones más famosas; y más y más km es lo que íbamos
sumando. 50 hasta la muy animada a esas horas, Plaza Mayor de Mataelpino. Prácticamente
mitad de carrera y otra sorpresa más. Mis dos sobrinos, acompañados por su
señora madre, aparecen de repente, sin esperarlos y sin previo aviso, a la entrada
del pueblo. Gran alegría. Y 58 km hasta el aparcamiento de La Barranca. Brutal
el cuestón antes de alcanzar el avituallamiento. De los que hacen pupa a estas
alturas. Allí coincido por primera vez con Edu y sus compañeros. Una breve charla
con Edu, muy instructiva como siempre, y seguimos.
“Runnin’Wild”, a correr libre
y salvaje, nos animaban Airbourne en su canción. En el km 65 nos plantamos en
Cercedilla. Segundo gran avituallamiento del día. Cojo mi segunda bolsa y más
de lo mismo. Comer, beber y cambiarme de camiseta y de gorra. Vuelvo a
coincidir con Los Peñus y charlo otro rato con Edu. La sensación cuando llegas
hasta este punto es que ya no hay retorno. Si llegas hasta aquí, ya hay que
llegar a Segovia. Te da la impresión de que ya está cerca, de que ya casi lo
tienes, aunque en realidad te queda lo más difícil. Y no me refiero a los km de
subida que nos esperan hasta llegar a La Fuenfría, si no a que ya llevas muchas
horas y km a las espaldas, que a partir de ahora es cuando las molestias son más
frecuentes y que por esa sensación de estar ya tan cerca del objetivo, la
retirada o el abandono ya no son una opción. Ya hay que llegar. Sea como sea. Así
somos los runners. Para lo bueno y para lo malo.
Te pones de nuevo en marcha y toca atravesar Cercedilla. La sensación es curiosa,
el día es esplendoroso, con sol y buena temperatura; y ahí estás tú, cruzando
el pueblo a las tres y pico de la tarde, mientras la gente disfruta del
maravilloso día en las terrazas de bares y restaurantes. Mesas llenas de vasos
de cerveza, copas de vino, platos de apetitosas viandas y postres. Los hay que
incluso, entre trago y trago, o bocado y bocado, te animan. Charlas animadas,
risas, murmullos y vida, mucha vida en las calles de este pueblo ubicado en un
enclave privilegiado. ¿Envidia? Pues ninguna, la verdad. En ese momento tenía
la convicción de que estaba haciendo lo que más me apetecía del mundo y no me
cambiaba por ninguno de ellos.
Después de un extenso tramo urbano, dejas a tu izquierda la estación de Cercanías
de Cercedilla y encaras el largo tramo de la carretera de Las Dehesas. Varios km
por asfalto y de constante subida que se hacen un poco eternos. Pero en esas
estaba, cuando de repente oigo el pitido del aviso de km del reloj y al mirar
me doy cuenta de que acabo de completar el km 68. ¿Un km y un pitido cualquiera?,
para mí no. Al principio de la crónica hablé de conocer el límite de cada uno y
los 68 km eran mi límite. Nunca había ido más allá y no sabía ni lo que había,
ni que se sentía más allá de esa distancia. Si que es cierto que en ese preciso
momento sentí algo de vértigo al saber que estaba entrando en una dimensión
desconocida, pero fue cosa de un instante, porque acto seguido el deseo y la
curiosidad por saber un poco más de mí, me impulsaron a seguir adelante si cabe
con más empeño. Tenía muchas ganas de sentir lo que era hacer 70 km, y lo tenía
muy cerca. Pero luego después quería saber lo que era llegar a los 80, luego a
los 90 y finalmente a esa cifra mágica de los 100. Los límites no son fijos, tampoco
serán infinitos, pero sí que creo que no son una barrera infranqueable, y aunque
seguramente nunca lleguemos a conocer cuál es el nuestro, yo de momento, ya se
algo más sobre los míos que cuando empecé a correr allá por 2015. Se que para
conocerlos la capacidad mental es tan importante o más que la física, y que o
aprendes a sufrir o tienes poco que hacer. Recuerdo que en la clase de educación
física en el instituto nos hacían una prueba de resistencia que eran los 1.000
metros. Aquello para mí era sufrimiento, angustia, ansiedad, miedo, un tormento,
una tortura. Y normalmente no era capaz de completarlo corriendo, me rendía. Ayer
no era capaz de sufrir para hacer 1 km, hoy soy capaz de sufrir para hacer más
de 100 y sigo en la búsqueda de conocer más, de saber más, de explorar más.
Nunca sufrir fue tan satisfactorio.
Justo antes de coger la pista de la carretera de la República, que me
llevará hasta el Puerto de la Fuenfría, dejo atrás varias cosas; el cartel de
los 70 km, a Los Peñus y también a mi grupo de acompañantes y animadores. Ya no
los volveré a ver hasta Segovia. Los últimos 32 km son sólo para mí.
“Run through the jungle”, correr
por la jungla y sin mirar atrás; esa era la recomendación de la Credence
Clearwater Revival. La subida por la carretera de la República hasta el Puerto
de la Fuenfría son 9 km de pendiente progresiva y constante, sin rampas duras,
pero sin parar. La verdad que es un tramo muy gratificante, en plena Sierra de
Guadarrama y en mitad del bosque. A un lado el macizo de Siete Picos, del otro el
Pico El Águila y el Collado Marichiva y al frente el Montón de Trigo y el Cerro
Minguete. Sin olvidarnos de los miradores de los Poetas y de la Reina y sus
vistas privilegiadas. Un regalo a estas alturas. La pista es ancha y con buen
firme. Ya no están las piernas para correr mucho, se trata de coger un buen
ritmo y mantenerlo. La idea es llegar lo más entero posible al Puerto y luego
desde allí aprovechar los más de 20 km de descenso hasta Segovia. Esa es la
idea, luego la realidad será la que sea. La molestia en la corva de la rodilla
izquierda no ha desaparecido, tampoco es muy limitante en ese tramo, pero sí
que noto que con el paso del tiempo y de los kms va aumentando. Alcanzo
finalmente el Puerto de la Fuenfría, uno de mis lugares favoritos de la Sierra.
Cruce y encrucijada de caminos, sendas y pistas. Desde allí las opciones de hacer
rutas y recorridos es casi infinita. Siempre me reconforta llegar a este punto y
por costumbre, o quizás por rutina, siempre le dedico unos momentos para
disfrutarlo. Se lo merece.
La sugerencia de los Iron Maiden en “Run to the hills”, era corred a
las montañas y corred por vuestras vidas. Nos acercamos al segundo maratón del
día. Van 80 km, nos quedan 22 para meta y todos favorables y en descenso. Empiezo
a bajar y rápidamente me doy cuenta de que no puedo correr. O al menos como a mí
me gustaría. La molestia de la corva me impide descender a buen ritmo. Puedo
correr, pero no con mucha intensidad, ni durante mucho tiempo. Entonces empiezo
una especie de anda-corre, que será el que me prácticamente me lleve hasta
meta. Una pena la verdad, porque realmente este es el tramo del que va a
depender en gran medida tu marca final en la carrera. Si llegas bien a La Fuenfría,
te puedes hinchar a correr hasta Segovia; pero si no llegas bien, pueden ser
complicados y duros esos 22 km. Creo que mi situación la asumí pronto, en
realidad creo que ya la tenía asumida antes de empezar la bajada. Eran ya
muchas horas y muchos km con esa molestia, por lo que en cierto modo me lo
esperaba. Seguramente sin ese problema hubiera podido ser sub-14 horas, pero
también es cierto que ese mismo problema podría haber sido más grave y haberme
tenido que retirar en Cercedilla u otro lugar. Por lo que no era momento de “agarrarse
el canasto de las chufas”. Tocaba cambiar el chip y lo hice rápido. Era
cuestión de ir km a km. Intentaba correr-trotar lo que pudiera, 400-500 metros,
y después andar para relajar la pierna. Y así un km y después otro. Pronto
empiezas a ver Segovia a lo lejos, después dejas de verla y en el último tramo
de bajada finalmente vuelve a aparecer y ya va a ser tu referencia. La idea era
llegar de día, pero al final las circunstancias mandan y lo hice prácticamente
con el atardecer.
“Keep on running”, ese es el
secreto, seguir corriendo. Ya lo presagiaron los The Spencer Davis Group en su muy
versionado tema. Los últimos 6-8 km son complicados de explicar. Ya eres
consciente de que vas a llegar y de que vas a conquistar tu gesta y tu hazaña
particular. Completar la Madrid-Segovia y sus 102 km. Hay un montón de
pensamientos que llegan a tu mente y un montón de sensaciones que sientes en tu
cuerpo. Y emoción, mucha emoción, sobre todo en el momento en el que pisas las
calles de Segovia. En ese momento reconozco que se me saltaron las lágrimas. Transitas
por el recorrido urbano de Segovia, casi como flotando, en una nube. Agradeces
con efusividad los ánimos y las felicitaciones de algunos lugareños y sin
solución de continuidad alcanzas la calle de San Francisco. Oyes mucho murmullo
un poco más allá. Mas del que me esperaba, la verdad. Alguien avisa al speaker
que un nuevo corredor se acerca a la meta. ¡Joder, será por mí! Y llega el
momento en que irrumpo en la Plaza de Azoguejo. “Y aquí tenemos al dorsal 571,
Miguel Ángel Rozas”. Pues si era por mí, sí. A mi izquierda el arco de META. A
mi derecha, majestuoso, el Acueducto. Empecé esta aventura a los pies de las
Torres Kio y lo termino bajo los arcos del Acueducto de Segovia. Un viaje de
102 km de distancia, pero también un viaje de miles de años en cuanto a estilos
y evolución arquitectónica. En realidad, no sé si fue un viaje al pasado o un
regreso al futuro.
Ya solo queda el momento, y vaya momento, de cruzar la meta y de paso convertirte
en ultrafondista y “Magoviano” (dícese de aquel/aquella que ha sido
capaz de completar los 102 km de la Madrid-Segovia). Hay muchísima más gente de
la que esperaba. Me aplauden y me felicitan con ganas. Entre ellos mis cuatro
animadores favoritos del mundo, con pancartas de apoyo improvisadas, además. Me
emociono muchísimo. Qué difícil es siempre explicar el momento de cruzar la
meta, y más todavía cuando se trata de ocasiones tan especiales como esta. Algunos
hablan de la “euforia del corredor”. El placer que se obtiene después de
hacer un ejercicio aeróbico, como correr, durante un tiempo prolongado. Parece
ser que hay áreas del cerebro asociadas al bienestar que se ven estimuladas por
la producción de las endorfinas tras dos horas de carrera. Al hacer ejercicio
intenso se estimula potencialmente la producción de endorfinas. Además, las
endorfinas son estimulantes. Y llegas a la meta y todo eso revienta. No puedo
explicar las sensaciones de esos instantes, porque son inexplicables y
seguramente tod@s las habréis experimentado alguna vez. Si que puedo hablar de
las percepciones pasados unos días. Es una mezcla de recompensa al esfuerzo de
los días de preparación y al esfuerzo de las más de 14 horas de ese día. De
orgullo por haberte planteado algo tan grande y haberlo conseguido. De
felicidad porque hoy conoces un poco más de ti y de tus límites. Y de satisfacción
por haber sido capaz de conseguir algo así.
Llega el momento de los agradecimientos. Gracias a la gente de la
Madrid-Segovia por hacer realidad algo tan bonito y extraordinario. Que dure
mucho. Gracias a Bernardo por aquella conversación del mes de junio, sin la que
esto no se hubiera sido posible. Te debo una. Gracias a Edu por sus consejos y
recomendaciones. Que buen tío eres. Gracias a Ángela, a Cris, a Luna y a Leo
por acompañarme en un día tan especial y por darme sus ánimos y su apoyo en
tantos sitios. Fue fundamental. Os quiero. Y gracias a la gente que durante ese
día estuvieron pendientes de mí y siguiéndome en la distancia. ¡Qué manera de
empujar! Vuestros ánimos me llegaron y me ayudaron mucho, os lo aseguro. Gracias
familia y amig@s.
1 comentario:
Que impresionante crónica y que emocionante... Enhorabuena por una hazaña de este calibre...
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