Solo ante el peligro. (Crónica del Riaza Trail Maratón)
Como en la famosa
película protagonizada por Gary Cooper cuyo título original en ingles era High
Noon (mediodía), o
A la hora señalada. Me encontré yo el sábado en Riaza, esto es: Solo ante el
peligro, A la hora señalada y me dio mucho más que el mediodía…
https://es.wikipedia.org/wiki/High_Noon
1- Si caes tú, caemos
todos
No se que me pasa, pero desde que subo montañas, bordeo
acantilados y me embarro en los ríos, cada vez que voy por una carretera y veo
saliendo por izquierda o derecha algún camino mis ojos se vuelven soñadores.
Pensando donde llevará, a que alto, a que precipicio, a que sendero sin salida
en el que haya que “atrochar” campo a través por un cenagal, un sembrado o un
coto de caza privado. Pero no es nada nuevo, antes me pasaba con las calles
adoquinadas, avenidas interminables, rotondas imposibles y cuestas asfaltadas,
que atravesaba soñando en llegar a cualquier meta de un 10 rápido, un
interminable maratón o media maratón con una ciudad por conocer. Con más o
menos piernas, pero con las mismas ganas de descubrir. Porque todo es fácil y
difícil a la vez, todo se puede disfrutar. Y como diría un buen amigo que se adueñó
de un estribillo del Boss “los vagabundos hemos nacido para correr”
Pues esto mismo me pasa con mis amigos de correrías, esos que quiero tanto, esos que atrochan por un sembrado o un coto de caza, que cuando alguno dice mira esta ruta o aquella, mira esta carrera o esta otra, mi cerebro no piensa solo sueña y rápidamente estoy buscando la ruta o carrera en internet e imaginándome hacerla.
Con Riaza paso
algo así. Uno dijo mira que carrera, otro mira las distancias, alguien nunca
hemos estado, otra podríamos ir y entrenarla juntos de junio a septiembre. Y esa misma tarde de junio me apunte, porque en mi caso
la imaginación vuela más rápido que la inteligencia. Así fue que al final era
el único apuntado de la cuadrilla. Así fue que como además de soñador y poco
inteligente soy un poco melón, seguí adelante. Así fue como me quede SOLO
ANTE EL PELIGRO. SOLO ANTE RIAZA. Eso sí, mis compañeros siempre me acompañaron
en mis entrenamientos pre-Riaza, me insuflaron ánimos antes y durante, porque
siempre están ahí para apoyar. Son mi pequeño círculo de amigos, pequeño, pero mío
y dentro de él me siento invencible.
2- Gary Cooper
No doy el pego para hacerme pasar por Gary Cooper, pero puestos a
soñar…
Allí me presente, en el pueblo llamado Riaza, dispuesto a defender el buen nombre “villano” de cualquier forajido del Trail que se atreviera a adelantarme, con mis bastones llenos de muescas de ultras y desnivel.
Solo había una cantina abierta a las 7 de la mañana en todo el pueblo. Le pedí a la cantinera un whisky triple para afrontar el largo día que me esperaba, esta me lo sirvió guiñándome un ojo (no se si seria un tic o es que realmente me parezco a Gary). El alcohol me dio el último empujón para ir a recoger el dorsal y plantarme en la salida.
SOLO ANTE EL PELIGRO y A LA HORA SEÑALADA
dieron la salida….
Al trote de mis piernas fui avanzando kilómetros a medida que el
resto de corredores me iba adelantando, pero no importa porque jure venir,
aunque fuera solo. Y me deje llevar por mi palabra, por el Trail, por mis
amigos, dije que iría y mis palabras me atraparon. Es la cuota que un villano fanfarrón que se precie siempre debe pagar
Me atraparon, entre el sol de una mañana de septiembre que
parece que se hace eterna, por más que me pese.
Los primeros 5 km hasta el primer avituallamiento son sencillos,
sin desnivel y entre las sombras de los árboles. Aún así ya voy notando el
calor. Entre la medicación para la hipertensión, el whisky, la edad y el esfuerzo ya voy
empapado de sudor. Es lo que hay. Sabiendo además que por mucho gel que tome, por
mucho liquido que beba no recuperare y en algún momento el del mazo hará acto
de presencia susurrándome al oído con su voz aterciopelada con tono de bufa “HOLA PRONADOR”.
A partir de este kilometro ya empieza lo bueno, comienzo a subir, crestear y
bajar entre piedras rotas sin sombra. Con el sol quemándome el disco duro,
reblandeciendo mis sesos que no piensan en ritmos sino en como pasar los cortes
de control con dignidad.
Ahora
sí, la historia de siempre. Sacando fortaleza de mi obtuso ca+co, dándole
pausa al tiempo, disfrutando del barullo del tremedal camino de piedras que
piso con mis pies del mismo material.
Y venga, avanzamos hacia el Cerro Gordo para subir a su atalaya emergente en lo alto de la nada, para crestear por el Portillo de los Lobos, Collado de la Buitrera y del Cervunal, Cerro de Mesa Peñota y los altos del Cernuvalillo y Parejón. Para ver a lo lejos la candorosa esperanza de llegar al avituallamiento del km 18 y pasar el primer corte por el Puerto de La Quesera pensando que “puedo más” que debo llegar, por más que voy SOLO ANTE EL PELIGRO.
Un sándwich de plata o plomo, me rehidrato lo
mejor que puedo, mojo mi cabellera perdida y afronto la subida al Lomo de las Caseruelas, con más pena que gloria, con paso pausado pero paulatinamente sabiendo según el perfil (aunque en
montaña los perfiles tienen aristas y son siempre engañosos) que luego hay que
bajar. Caminando hacia EL LOMO, paciente
pero no ausente, subiendo la montaña sin arte, pero con mí maña de 100 pasos
andando, 100 a trote cochinero. Y llego, y llego, diciendo hola, adiós, hasta
luego. Alzando mi mirada al cielo para empapar las pupilas de libertad. Llego
al Cerro de San Benito, me vengo arriba, 21 km y ya 1100 de desnivel para las
alforjas, miro hacia atrás y subiendo por el lomo vienen más de una docena de
corredores, !!son muescas para mis bastones!!, me ajusto las cartucheras y a lomos
de mi caballo me dispongo a bajar a Riofrío de Riaza. No me paro a pensar donde estarán los 1100
positivos que aún quedan, ¿para qué?, en estos casos pensar está sobrevalorado.
Me “lanzo” hacia Riofrio a tumba abierta (esto es una forma de
hablar, entiéndanme, también podría decir a lo que me daban las patas y no
mentiría. A tumba abierta queda mas académico, a lo Kilian Jornet).
Bajando por el Collado de la Hayuela y el Lomo de las Heras tránsito
por los únicos 5 kilómetros con sombra que quedan hasta el final. Llegando de
esta manera entre pinos con 4 horas 45 minutos por mi suunto al avituallamiento
del km 26,5 en Riofrio de Riaza, a la vez último corte de control con 5 horas y
media. Aquí no cojo sándwich, pero si que me preguntan ¿plata o plomo?, aquí o
te quedas (Riaza esta al lado de Riofrío para poder retirarse) o ya hasta el
final. Sigo, soy el único “villano”, SOLO ANTE EL PELIGRO, con mis pros y mis contras, y
lo hago por ellos, por mis amigos. Tengo que hacerlo para poder contarlo mas
que me pese, que un villano estuvo aquí, no el más rápido ni el más duro, pero un villano de Villanueva al fin y al cabo. Obstinado, terco y testarudo.
Pues venga, quieres caldo pues toma dos tazas. SOLO ANTE EL
PELIGRO.
3- Casi solo ante el peligro.
Me recompongo, hago una llamada a mi mujer que siempre tiene la
forma de darme moral, aunque este bajo mínimos, lleno las cantimploras, me
coloco el sombrero y me dispongo a subir de nuevo al Portillo de los Lobos y al
Cerro Gordo, son 8 kilómetros con sus 1100 de desnivel los que faltaban. De nuevo me da el subidón, pero este me dura 900 metros. Me entra la modorra. A
saber, el sol del mediodía que calienta ya por demás, la deshidratación por más
que me hidrato y los 1000 tábanos que persiguen a los corredores en este tramo
al lado del rio Riaza que no paran de picarme en brazos y cabeza (esto pasa por
no tener pelo, no como Gary).
Me arrastro entonces, literal, el cuerpo no me dá. Pero es lo que hay. SOLO ANTE EL PELIGRO. Pero soy Gary, soy un mito y tengo que escribir mi fabula.
Me adelantan tres “paisanos”. Intercambio unos balbuceos con ellos “venga” “animo” “joder que calor” “¿el tinto de verano con casera o con limón?” cosas de trailrunners.
Miro hacia abajo (apenas he ascendido un par de kilómetros y en
lontananza no veo a nadie más. “Deben de venir muy jodidos” pienso. Los tres
paisanos se me escapan como peces de las manos. El señor del mazo me atiza
mientras me susurra al oído “cuanto tiempo pronador”.
AHORA SÍ QUE SÍ, AHORA ESTOY SOLO ANTE EL PELIGRO.
Entonces, como bien dice mi grupo favorito “el que
canta su mal espanta” pues me pongo a cantar.
Dame botella
colocón, mi compañera,
empino el codo con fruición, nadie me espera.
subo la cuesta de my "street" hacia mi
casa;
Y a mi espalda oigo
que alguien tararea “Vaya "my darling", te marchaste y me
dejaste como merluza sin espinas”.
Miro hacia atrás y
veo venir saltando de cortado en cortado, haciendo cabriolas, fresco como una lechuga, a un tipo delgado con pinta
de trailrunner de verdad, la gorrilla calada hasta los ojos. Me encojo de
hombros y sigo a lo mío, arrastrarme sin remedio. El sigue tras de mí siguiendo
mi infernal ritmo, doy dos pasos el da dos, paro y él para, me peino y el se peina, cual mimo hace
exactamente lo que yo hago, pero con más soltura. Subo 10 metros que parecen
1000, comprimiendo en cada paso mi propio Everest y ya paro me doy la vuelta y
le miro bien. No lleva dorsal, lleva un walkie talkie y cintas rojas de señalización
en la mano….
-
Hola – Le digo.
-
Hola – contesta.
-
¿No me digas que
eres el final de carrera? Le pregunto.
-
Sí – me contesta –
el “corredor escoba”.
-
¿Y el resto que venía
detrás mío? – vuelvo a preguntarle mirando hacia abajo.
-
En Riofrio se han retirado
15 corredores, yo vengo desde allí recogiendo las señalizaciones y los escombros - Dice
tranquilamente señalando las cintas y mirandome.
-
¿Entonces soy el último?
Pregunto sin sorpresa.
-
Sí. – me contesta-
Pero no te agobies por mí, tienes tiempo de sobra.
Vuelvo a mirar hacia abajo, estoy a escasos 2 km de la retirada en Riofrio. Miro hacia arriba, no se ve el final de la subida. Miro el suunto, 29 km 5 horas 35 minutos. Miro en mi interior, no me quedan fuerzas…Miro al Trailrunner cierre de carrera y pienso que este puede ser el principio de una gran amistad.
Ya no iré SOLO ANTE EL
PELIGRO sino CASI SOLO ANTE EL PELIGRO.
4- El último de la fila.
Desde el instante que el cierre de carrera me dijo que yo era el último debo decir que en mi mente se marco un claro objetivo. Ya que a los tres mochuelos que llevaba por delante cada vez los veía alejarse más, y desechada la posibilidad de retirarme. Tenia que llegar. Llegar el último, cosa que jamás me paso (en mis más de 300 carreras terminadas). Entrar en meta en tiempo para poder contarlo sin rubor ni paliativos, sintiéndome incluso orgulloso de ello. Esto es, llegar el último y tener el valor para contarlo. El argumento estaba claro.
Los siguientes 12 kilómetros fueron un calvario, pero un calvario consentido por mismo, así que al menos disfrute del paisaje, de los buitres, del airecillo de la libertad, del sol, de los tábanos y de la compañía inesperada. De subir y cuando ya crees que terminas de hacerlo seguir subiendo. De bajar y pensar que puedes lanzarte y que lo único que haces es tropezar y trastabillar. De llanear y como eres un llaneador pensar que te vas a poner los últimos 5 kilómetros a 4 pelaos y darte cuenta que las piernas no responden más allá de los 10 pelaos. De ver Riaza al lado y en realidad tan lejos.
Debo admitir que simplemente ande, sin ver más allá. Eso sí, bajo
la carga de mi propia ley de gravedad. Arriba, siempre arriba, sin pensar en la
caída. Compuesto y remendado. Con el pálpito de vuestra ausencia, Sin objetivo
de mejor marca personal, Perdiendo el miedo a asumir quedar el último, de ser
un ñiquiñaque manirroto, porque las nubes igual que te mecen te pueden
engullir.
Quinientos metros para la meta, atravieso Riaza por sus calles, subo la última cuesta, el último bastión, su plaza adoquinada. El sol de las cuatro de la tarde atiza sin miramientos. Las terrazas de los bares están llenas de parte los corredores que me precedieron (esto es, todos y todas). Se levantan de sus sillas elevando sus jarras de cerveza para brindar por mí y por el sol. !!Por el último!!.
Entre vítores atravieso la calle que lleva a la meta.
-Venga!!! – gritan- que
llegas en tiempo.
Me sobran 20 minutos
para el cierre de meta, por lo que agarro una cerveza que me ofrecen y de un
trago me la ventilo. Me percato que es sin alcohol por lo que pido otra pero con toda su propiedad. !!Tonterías las justas!!
Encaro los últimos metros, como llegó el último y el último es mi grupo de cabecera (como habréis podido comprobar) pues me pongo a cantar mientras doy un doble salto mortal hacia delante con pirueta incluida.
Del templo a la taberna por entre los viñedooos, tú nombre
gritareeeee.
PALABRA DE PRONADOR
PD. Las picaduras de los tábanos aún me duran una semana después, dos pinchazos de urbason, cremita bactericida y antibióticos incluidos.
2 comentarios:
Que bueno, estás de vuelta con tus crónicas, estaremos de vuelta poco a poco espero, gracias por el buen rato de leerte 😊
Enhorabuena Jose. Mucho mérito terminar un maratón de montaña en estos tiempos que corren.
Me alegra comprobar que a tu prosa no la afectado ni la pandemia, ni en confinamiento, ni las restricciones; más bien al contrario, más brillante aún si cabe.
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